domingo, 11 de julio de 2010

¡¡¡¡¡GOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOL!!!!!


¡¡¡¡GOOOOOOOOOOOOOOOOOL!!!!!

¡¡¡¡DE ANDRÉS INIESTAAAAA!!!!

¡¡¡GOOOOOOOOOL DE ESPAÑA,
GOOOOOOOOL DE ESPAÑAAAAAAAA!!!!

¡¡¡¡CAMPEOOOONEEEES, CAMPEOOOONES, OE, OE, OE….!!!!

¡¡¡ESPAÑA, RA, RA,RA, ESPAÑA, RA, RA, RA…!!!!

martes, 19 de enero de 2010

SOLIDARIDAD CON HAITÍ

Un compañero bloguero me ha pasado un mensaje de solidaridad con Haití, y me ha pedido, que yo lo pase también, pero seguro que él lo ha hecho a los mismos blogs que yo lo haría, asi que en lugar de ello, prefiero colgar esta entrada.
Desde aquí invito a todos-as a que nos solidaricemos con los damnificados de la catástrofe ocurrida en Haití. Para ello existen como sabemos varias entidades como son las ONGS y otras que podemos encontrar en las páginas de internet.
Cualquier aportación es importante para las miles de personas y niños que han quedado sin hogar y sin familia, y que estan viviendo un autético infierno.
Ayudemos en la medida de nuestras posibilidades.

miércoles, 13 de enero de 2010

AMOR ETERNO


Podrá nublarse el sol eternamente:
podrá secarse en un instante el mar,
podrá romperse el eje de la tierra
como un débil cristal.

¡Todo sucederá! Podrá la muerte
cubrirme con su fúnebre crespón,
pero jamás en mí podrá apagarse
la llama de tu amor.

Gustavo Adolfo Bécquer.

jueves, 29 de octubre de 2009

ELENA

A Elena y Dolores con mi corazón y cariño.

Cuando llegué a la habitación procedente de la sala de observación, me sentí gratamente sorprendida al ver que ésta era sólo de dos camas, ya que las demás tenían tres y hasta cuatro.
Con un rápido vistazo recorrí la estancia, y vi que en la cama paralela a la mía, había una persona acostada. Más allá, sentada en un sillón estaba su acompañante, que me miraba con expresión anhelante y bondadosa, mientras contestaba a mi saludo.

Tras tomar una deseada ducha, entablamos la consabida conversación de hospital: qué nos ocurría, qué tiempo hacía que habíamos ingresado, de que pueblo éramos…
Supe por Dolores, la acompañante de la paciente, que hacia un mes que estaban esperando a que Elena fuese intervenida.
Yo iba de sorpresa en sorpresa, pues supe que las dos eran naturales del pueblo de mis padres, y al que me siento especialmente vinculada: Pruna, un bonito pueblo de la provincia de Sevilla.

Al rato de agradable conversación, la paciente se incorporó en la cama, y pude verla.
Era una señora de unos sesenta y cinco años; una personita menuda y tierna.
Me acerqué a ella para presentarme diciendo: “Hola, soy Ana, y usted, ¿cómo se llama?”
Con una vocecita tímida, una forzada sonrisa, y una actitud algo desconfiada, no sin antes mirar a su hermana como pidiéndole permiso, contestó escuetamente:”Elena”.
¡Qué criatura más encantadora!

Elena posee una sensibilidad especial, y la inocencia de una niña de cinco o seis años.

Comencé a contarle que conocía su pueblo, quienes eran mis familiares, que iba cada año a visitar a la Patrona, y mil cosas más.

Poco a poco fui descubriendo cómo era, y lo necesario que era para ella sentirse protegida.
Mientras yo hablaba, me miraba con actitud reservada; era lógico, no me conocía, pero a medida que los días fueron pasando, se iba acostumbrando a mi; lógico también, pues convivimos más de un mes y medio las tres en una habitación.

Llegó un momento en que recurría a mí para ciertas cosas que a continuación explico.

Aún no había descubierto el mundo de la escritura y de los colores, así que en uno de los permisos de fin de semana que se me concedían, se me ocurrió llevarle material escolar.

-“Elena, me voy hasta el domingo por la tarde”- le dije. Se quedó muy seria mirándome fijamente, pero creía que era una de mis bromas, sólo cuando me vio vestida con la ropa de calle, y le daba un beso, se dio verdadera cuenta de que hablaba en serio, y rompió a llorar.
La consolé como se consuela a una niña, diciéndole:”- No llores, que cuando vuelva, te voy a traer un regalito”.
Pero ni eso le sirvió. Sus grandes ojos se llenaron de lágrimas, que ella secaba con un pañuelo de papel.

Cuando regresé, la encontré sentada en el sillón, con las manos recogidas descansando en el regazo, la cabeza abatida, y una expresión de infinita tristeza en los ojos. De vez en cuando levantaba la vista y miraba a la ventana. Era la única distracción que teníamos, (a parte del televisor) mirar a través de la ventana a los pajarillos que se posaban en el tejado, los cuales acudían, para comer las migas de pan que les echábamos a lo largo del día. Nos divertía ver cómo se disputaban la comida entre ellos, y nos hacían reír cuando abrían sus alas para espantar a los otros, diciendo con ello:”esta miga me pertenece” así se entendía que los gorriones estuviesen regordetes y bien alimentados.

Irrumpí en la habitación haciendo todo el ruido que se puede hacer en un hospital, que es poco. Al verme, su cara cambió completamente; una gran sonrisa la iluminó, y dejó entrever sus encías carentes de dientes, y su mirada adquirió un brillo especial, achicándose sus ojos a causa de la alegría. Se abrazó a mi llorando como una niña perdida que ha encontrado a un ser querido, a la par que yo la apretaba contra mi y le decía: -“Ya estoy aquí”.
Con su voz suave y tímida, me dijo: -“Anda que no has “tardao ná”, ya no te irás otra vez, ¿no?”.
A lo que le contesté: “-No te preocupes, que aunque me den permiso, todavía faltan muchos días, mira lo que te he traído”.
La cogí de una mano, y la hice sentar junto a mi en la cama.

Había que ver con la expectación y el entusiasmo con que aguardaba a que yo le mostrase el contenido de la bolsa que llevaba, y la que no había parado de mirar desde que llegué.
Con la impaciencia de una niña que espera ver los juguetes que le han traído los Reyes Magos, ella observaba atenta (sin tocar nada) el contenido de la bolsa, que volqué sobre la cama.
-“¡Mira Elena, cuántas cosas!”
Dolores, su hermana, nos miraba y reía divertida al ver cómo yo le explicaba para qué servía cada una.

¡Qué buena es Dolores! Permaneció cuidando a su hermana todo el tiempo que estuvo ingresada, que fueron casi cuatro meses, y sigue haciéndolo, pues está bajo su tutela. Gracias a ella, a mi no se me hizo demasiado pesado el mes y medio de reclusión. La quiero mucho.

Cuando Elena vio los cuadernos de caligrafías, libros para colorear, lápices de colores, goma de borrar, y sacapuntas, que esparcí sobre la sábana, sólo acertó a decir:-“¿Todo esto es para mi? ¿Por qué has comprado tantas cosas?”.

Desde ese momento, había que decirle que parase de “estudiar”, como ella llamaba a colorear. Estaba deseando que fuese de día, desayunar y ducharse, para ponerse a “estudiar”.
Cuando la enfermera venía a tomarle la tensión y la prueba de azúcar, dejaba el lápiz por un momento, y enseguida continuaba con su tarea. Se sentaba en mitad de la cama con los pies colgando, yo le acercaba la mesita, la abría, y así pasaba toda la mañana hasta que llegaba el almuerzo, luego, había que obligarla a dormir la siesta. Ella hacía como que dormía, y de vez en cuando preguntaba:”- ¿me levanto ya?”.
Dolores decidía; a veces decía que no, a lo que ella se volvía para el otro lado y se tapaba con la sábana, a la espera de que se le diera permiso.

La enseñé cómo tenía que coger el lápiz para hacer las letras que estaban punteadas, el nombre de los colores, a sacar mina a los lápices, a borrar lo que hiciera mal, y hasta conseguí que conociese algunas vocales. También aprendió a copiar su nombre . Disfrutaba “estudiando”.
La noticia corrió como la pólvora por la planta: “¡Elena estaba escribiendo y coloreando!”
Las enfermeras iban a ver sus trabajos, colmándola de elogios, y le regalaban cuadernos de caligrafías.
Hasta el cardiólogo de la planta le obsequió una carpeta para que guardase los materiales, a la cual había puesto una etiqueta con su nombre. Continuamente me preguntaba todo:-¿Puedo pintar de este color?”
“-¿Hago los puntitos de esta letra?”
“- Ana, me he salido del dibujo ¿lo borro?”
Éstas y mil preguntas más eran las que a diario me hacía, y yo con cariño y paciencia le explicaba. Pero un día Elena tuvo que marcharse a otro hospital donde la intervendrían, pues las operaciones que necesitábamos, no las realizan en el que estábamos.
Nos dio mucha pena separarnos, pero siempre nos quedaba la esperanza de que acaso nos veríamos allí, cosa que Dolores y yo dudábamos, pues por el orden que ocupaba en la lista, en teoría, cuando a mi me llamasen, ella ya estaría en casa.
Pero no fue así, Elena tuvo algunas complicaciones, y su intervención hubo de ser pospuesta varias veces, de modo que cuando yo llegué, ya estaba en la unidad de cuidados intensivos.
Enseguida Dolores fue a visitarme y me lo comunicó.
Al día siguiente, me puse mi ropa de calle, y bajé a verla; tenía unas ganas tremendas de darle un beso.
Cuando entré en la sala y me vio, no podía creer que yo estuviese allí, se puso muy nerviosa, y como no queríamos arriesgarnos a que le subiese la tensión, ya que podía ser peligroso, tuve que salir. Dolores me iba informando de su evolución, pues mientras llegaba la hora de bajar a verla, me acompañaba.

El día que subieron a Elena a planta, la llevaron al otro ala, y yo utilicé la amistad que había entablado con el personal sanitario, para que la llevasen a mi habitación, cosa que sucedió al quedarse libre una cama, con lo cual volvíamos a estar juntas. Se puso muy contenta al ver que yo estaba también allí, eso la tranquilizaba y le daba confianza, se sentía más protegida.
Ya se encontraba mucho mejor, la verdad es que fue una paciente estupenda, pocas veces se la oía quejarse, incluso cuando le dio la bajada tan fuerte de azúcar.

Al no haber sido yo intervenida aún, me pude ocupar de cuidarla para que Dolores pudiese ir a descansar por las noches a casa de un familiar que vivía cerca del hospital.¡Pobre Dolores! tenía las piernas hinchadas, y aún no se había curado del resfriado tan fuerte que contrajo en la anterior clínica.

Aún cuando fui operada, y me encontraba dolorida, podía ocuparme de ella, aunque no como antes, pero con la ayuda de mi hermana, o el familiar de turno que estuviese conmigo, se encontraba suficientemente atendida y acompañada.

Ahora Elena ya no quería “estudiar”, a pesar de que se encontraba bien. A veces le preguntaba si le apetecía colorear, y no mostraba interés alguno, contestando con un tímido y escueto “No”.

Por fin, y después de varios intentos fallidos, a consecuencia de su diabetes, a mi “pequeña”le dieron el alta definitiva.
Se vistió con su ropa de calle, no de muy buena gana; tengo que decir que no le entusiasmaba la idea de abandonar el hospital, donde era el centro de atención del personal sanitario y demás visitantes, que la mimábamos continuamente. Albergaba la esperanza de que antes de marcharse al pueblo, la llevarían a visitar la ciudad, la sola idea de que no fuese así la contrariaba bastante, incluso en una ocasión la enfureció, y llorando me dijo que no se quería ir sin ver Sevilla. Yo le contesté que ya la vería en otra ocasión, que no estaba allí haciendo turismo.

Hace unas semanas hemos estado en Pruna, esta vez con doble cometido: visitar a la Patrona y a Elena y Dolores.
Entré por sorpresa en la casa; la expresión de su cara, era todo un poema mezcla de incredulidad y alegría. Nos abrazamos hasta cansarnos. De vez en cuando, me miraba y exclamaba un tímido“¡Oh!”, como si ello le ayudase a creer que yo estaba allí.

Cuando llegó la hora de marcharnos y despedirnos, mi pequeña amiga se quedó muy triste, igual que yo, pero estoy pensando que la próxima vez que tengamos que volver, no dejaremos pasar un año, iremos antes, y le pediré a Dolores que permita a Elena venir a conocer Sevilla.
Si, eso haré, sería una gran sorpresa para ella.

martes, 15 de septiembre de 2009

LA NIÑA DEL VENTANAL


Delante del ventanal
estaba la triste niña
viendo la lluvia caer;
de sus ojos a la vez
la lluvia también caía.

¿Porqué llorará la niña
con tamaño desespero?
-En mil pedazos se ha roto
el amor que a su vida
llevaba algún consuelo.

De vez en cuando la niña
la mirada levantaba
y miraba hacia las nubes
tan negras como su alma.

Se preguntaba porqué
cuando el agua descargaban
azul el cielo tornaba,
y cuando lloraba ella,
más tristeza y amargura
a su corazón llegaban.

-Quítate del ventanal
hermosa y pálida niña,
que la tarde está muy fría
y te puedes enfermar.
-Estoy mirando a la calle
a ver si quiere el azar
que mi amor por ella pase.
Si me enfermo, no me importa,
si me enfrío, qué más da…!
¿Para qué quiero la vida
si con él no puedo estar?

La primavera llegó
de verde a teñir el campo
y el ventanal no se abre,
¿Qué le pasará a la niña
que no se asoma a la calle?

viernes, 4 de septiembre de 2009

OTRO ASESINATO


Esta vez le ha tocado a una mujer llamada Isabel Sánchez.
Otro asesinato de otra mujer, otro asesino que irá a la cárcel, y que dentro de pocos años estará en la calle vivo y libre, ¿pero, qué son unos años comparados con el gustazo que se ha dado al MATAR a su compañera?

Asesinar sale barato. ¡QUÉ ESPANTO!
Cuando oímos que en algunos países se matan a las niñas al nacer, o se venden, nos horrorizamos.

Ya al menos en la actualidad se da a conocer el nombre del asesino, hace unos años cuando yo pertenecía a la plataforma para la defensa de las mujeres, ni eso era posible, sólo se hacían públicas las iniciales, aún se preservaba la identidad del criminal; increíble.

Es imprescindible y necesario educar a nuestros hijos en la igualdad, poner todo nuestro empeño en que compartan las tareas de la casa, juegos, que se acostumbren ir a la compra, y sobre todo a que vean a las niñas de hoy que serán las madres y esposas de mañana, como PERSONAS, no como las esclavas y criadas que muchos ANIMALES, (por que no se les puede llamar hombres) las ven.

Desde que el mundo es mundo, a los hombres se les ha educado y acostumbrado a ser servidos por las mujeres, nadie se había dado cuenta de que también tienen dos brazos, y manos que les podían servir para bañar a los niños, poner la mesa, tender la ropa, poner la lavadora…
El hombre ha sido siempre venerado por nuestras abuelas, por nuestras madres y por todas nuestras antepasadas generaciones femeninas, y he aquí el resultado.
Algunos de ellos con dar unas pocas voces, echarse mano al “paquete” y escupir, se creen los amos del mundo y de sus parejas.
No conciben que la mujer tiene vida propia, que muchas tienen su trabajo, que aunque no justamente remunerado como el suyo, (ésa es otra de las cosas que alimenta el machismo) puede subsistir sin depender del todopoderoso MACHO, y que si colaboran en las tareas del hogar, dejarán de serlo.

Cuando la pareja le demanda ayuda, cuando la mujer deja de ser la sumisa esclava que se ha cansado de soportar vejaciones, malos modos y se revela, el maltratador pone en marcha el plan “A”, que es el maltrato psicológico, que consiste en destruir la autoestima que la mujer pueda tener. Empieza así una destructiva y agotadora lucha en la mente de la mujer, que acaba por derrumbarla, y si sobrevive a ello, recurrirá al plan “B”, que es el maltrato físico, y si éste no funciona, ya no queda más remedio que matarla, “a ver si se va a creer ésta que es alguien” “eres mi mujer y tienes que hacer lo que yo diga”.

Y yo con toda la rabia y furia del mundo, les pregunto a esos ANIMALES: ¿quienes os creéis que sois, dioses?
No sois más que seres humanos, personas iguales que nosotras; eso si, con instintos asesinos peores que las alimañas, pero PERSONAS.

Por eso no me extraña cuando en las noticias oigo alguna vez perdida en el tiempo, que una mujer ha matado a su compañero.




martes, 1 de septiembre de 2009

ANOREXIA

Días pasados, buscando imágenes para ilustrar una entrada para uno de mis blogs, por casualidad encontré uno que hablaba de la pasarela Cibeles. Decía que los directivos o responsables de la misma, habían tenido que rechazar a una modelo, por que no cumplía con el canon de peso establecido para poder desfilar; no llegaba al peso reglamentado.
La modelo era un esqueleto viviente, daba grima sólo verla.
Quise poner un comentario en el blog expresando mi opinión sobre el tema, y tres veces que lo puse, no lo vi publicado. Pensé que tardaría en aparecer, y lo volví a mirar al día siguiente, encontrándome con el mismo resultado: mi comentario no apareció, a pesar de que había gran número de ellos de niñas que sufrían anorexia.
No me extraña que no fuese publicado, pues volqué toda la furia que siento hacia el tema en él. Más o menos decía así:

“Ahora los señores responsables de la pasarela Cibeles se ven obligados a “enmendar la plana”, rechazando a las modelos que no llegan al peso adecuado. En mi opinión, los CULPABLES de esta situación, son quienes mueven los hilos del mundo de la moda.
Los modistos y diseñadores, junto con los inventores de la muñeca Barbie, son los responsables de que tantas y tantos adolescentes padezcan esa nueva enfermedad que antes no existía llamada ANOREXIA.
Introducen en los hogares ¿inconscientemente? el sufrimiento y la desgracia, con su afán inexplicable de exigir esa extrema delgadez a las modelos, que con esos pechos inexistentes y ese cuerpo esquelético, da pena verlas.

Cuando veo un desfile de moda, y observo a esas modelos, cómo andan, que casi se hacen un nudo con las piernas al andar, o cuando abro una revista muy conocida de costura y moda, veo a esas mujeres a las que sólo se les ve cabeza, mi indignación no tiene límites.

Los fabricantes engañan a todo el mundo con las tallas. Ves en la etiqueta “talla 42”, cuando en realidad corresponde a la 38. La verdad es que no se que se persigue con todo ello.
La anorexia no es cosa que se deba tomar a la ligera, es un martirio para quienes la padecen, y para esas madres que ven cómo sus hijas-os se van apagando sin razón aparente, sólo para lucir el cuerpo de las modelos.
Así, que, señores de la Cibeles, demasiado tarde han puesto límites en el peso, y más tendrían que poner.”
Ese venía a ser mi comentario, y por lo visto la criba por donde pasaran todos, no lo aprobó, cosa que me enfureció más aún.