martes, 30 de junio de 2009

FORTALEZA Y TRIUNFO



…Y heme aquí, yaciendo en una camilla
cualquiera de hospital; en un largo pasillo
que conduce a un frío quirófano,
que es antesala de la incertidumbre
y del temor a la muerte;
sola, haciendo frente a tantos miedos.

La mente, el pensamiento,
cabalgan totalmente desbocados,
y el autocontrol, que hasta ahora
fue mi inseparable compañero,
mantiene una titánica lucha
con el subconsciente, ante el cual
se resiste a deponer sus armas.

La entereza que yo creía fiel amiga,
intenta desertar de mi batalla.
La sonriente máscara que he llevado puesta
para infundir ánimo a quienes les importo,
cae, se desploma, haciéndose añicos
contra el frío suelo de ese tétrico
y oscuro pasillo, que a pesar de estar
perfectamente iluminado,
a mi se me antoja como boca de lobo.

Y allí estoy, sintiendo cómo
mis piernas sin yo ordenárselo,
se mueven convulsivamente,
y por más que les pido que paren
hacen caso omiso a mis súplicas.

El pánico arremete de nuevo:
quiere hacerse con mis brazos,
con mis manos, con mi cuerpo:
quiere poseerme, engullirme;
sus ataques son cada vez
más despiadados, al ver que no lo consigue.

Mientras oigo al equipo de cirujanos
cambiar impresiones,
el ruido frío y macabro
que produce el instrumental al ser ordenado
para rasgar y serrar mi cuerpo,
penetra hasta lo más hondo de mi ser.

Y la última vez, una vez más,
respiro profundamente,
Bebo mis lágrimas, rezo un Padre Nuestro,
y les pido una vez más, la última vez,
a mi madre y a mi querido hermano,
que ellos que están con El que Todo lo Puede,
le pidan que no me lleve todavía,
que aún tengo mucho por hacer aquí.

Que me quedan por conocer a esos
nietos que un día tendré,
que me queda mucho por escribir,
mucho por agradecer, por dar,
que me quedan muchos amigos por descubrir,
que tengo que seguir queriendo a los que ya tengo;
que me queda mucho por vivir.

Busco pensamientos, recuerdos
agradables y alegres,
respiro profundamente, e intento relajarme,
centro toda mi energía en repetirme una y otra vez
que todo va a salir bien, que cuando me reponga ,
retomaré los proyectos que he dejado aparcados,
que haré realidad los inquietudes que siento.

Una larga aguja penetró en mi mano derecha,
produciendo un enorme dolor,
que yo ni por un momento exterioricé,
-para qué, quejarme no iba a ayudar-
al tiempo que una mascarilla
cubren mi nariz y mi boca,
oigo una voz que dice:
“Ana respira hondo, en seguida te dormirás”.
Pero el sueño no llegaba,
con lo cual, la tortura fue aún más larga.

Desde mi lecho, observo cómo
batas, mascarillas y gorros verdes,
se inclinan sobre mi,
que despojada de toda prenda,
yacía en una camilla cualquiera
de un quirófano de un hospital.

Mientras veía cómo me conectaban
a toda clase de aparatos,
llegó el sueño, al que recibí impaciente,
rogándole que me devolviera a la vida,
que en el fondo, estaba segura
de que no me abandonaría.

2 comentarios:

Unknown dijo...

¡¡¡ERES UNA LUCHADORA!!!
Además, no puede ser de otra manera. Si no, dime ¿Qué haría yo sin tus críticas y tus
"arreglos"? Aunque no te haga caso, quiero que sepas que los guardo con mucho cariño en el fondo de un cajón jeje.
Besos

Guardiana de la Vega dijo...

Con que no me echas cuenta, EN?!
vale, a la próxima te espero.
Ya se que me aprecias.Besitos.